jueves, 5 de julio de 2018

Apología del derrotado

We lost, nous avons perdu, wir haben verloren, 我々は失った o perdimos. Cuando termine la noche del 15 de julio los nacionales de 31 países habremos pronunciado la palabra en cualquiera de los idiomas. 179 naciones más ni siquiera clasificaron a la jerga mundialista.

El sistema es demoledor. De otra forma no funcionaría. Cuatro años de espera, la expectativa al máximo, los mejores enfrentándose por ver quién es el mejor, el de verdad. Vencedores o vencidos. El escritor Jorge Luis Borges decía “no sé si el fútbol le interesa a la gente como deporte o como generador de que alguien gane o de que alguien pierda”.

Para ser el ganador, el privilegiado, el superior a todos los demás, el único que no pronuncio la palabra “perdimos”, se necesita mucho esfuerzo y trabajo, pero sobre todo que se alineen todos los astros: que los jugadores lleguen en buen nivel, que no se te lesione la figura del equipo, que el árbitro no te perjudique y muchísima suerte en el área de enfrente y en la propia.

Es curioso que los astros solo se le han alineado a ocho naciones: Brasil (5), Alemania (4), Italia (4), Argentina (2), Uruguay (2), España, Francia e Inglaterra. El G-8 del fútbol, como en geopolítica. La repartición de talentos en este deporte fue poco democrática: los mejores suelen estar en ocho naciones. 

Aun así, como los perdedores somos mayoría encontramos motivos para celebrar, triunfos que en ojos de los verdaderamente ganadores serían absurdos. El caso de Panamá es ilustrativo: sus jugadores celebraron su único gol, a pesar de antes haber recibido seis, en el estadio se escuchó el grito en las tribunas y nadie les quitó la sonrisa al autor del tanto Felipe Baloy y a sus compañeros. Tanto es así que a pesar de haber perdido todos los partidos disputados, cuando los jugadores llegaron a Panamá fueron recibidos en caravana por cientos de compatriotas que los veían como héroes de la patria.

Conocida también es la historia de El Salvador en 1982 cuando celebraron su único gol en mundiales. El gol unió por un instante a un país que disputaba una profunda guerra civil, el registro quedó en la memoria histórica de la nación. Ellos se sintieron triunfadores, los once goles que recibieron de los húngaros fue anecdótico.

El caso colombiano

Si aterrizamos el fenómeno al caso colombiano encontraremos abundante material. Fue histórica la “remontada” en el mundial de Chile 62: cuando perdíamos 4-0 contra la Unión Soviética y logramos empatar el partido. Y aunque solo se trató de un empate, fue la más grande victoria de nuestra selección por muchos años. En las letras de la camisa de la Unión Soviética estaban las siglas “CCCP”, algunos compatriotas de agudo ingenio las descifraron así: “Con Colombia Casi Perdemos”.

De aquel entonces han pasado 56 años, y a pesar de alguna eventual victoria, nuestro destino parece condenado por las palabras “perder es ganar un poco”.

Aun así los colombianos a veces nos ilusionamos y nos creemos capaces de vencer al que nos pongan en frente. En este mundial, con la clasificación de Colombia a octavos algunos hacíamos los cálculos más optimistas. Nos tocó el lado más fácil, este es nuestro mundial, tenemos más equipo que nuestros rivales, nosotros tenemos mejor fútbol, James, Falcao, Mina. Los colombianos antes de los partidos solemos creernos los reyes del fútbol y al final de ellos terminamos siendo los reyes del condicional: “Si hubiéramos, si tan solo, si fulano de tal”.

Instantes después de la amargura que causa la derrota, los colombianos empezamos a darnos ánimos. Nojoda, pero jugamos bien, lo entregaron todo, los teníamos pariendo, cinco minuto más y era nuestro, nos faltaron cinco centavos pal peso. Entre unos y otros nos damos aliento, y al final de la noche ya no estamos tristes, sino orgullosos. Solemos llegar a la conclusión de que “jugamos como nunca y perdimos como siempre”.

Los colombianos somos ficcionadores natos, logramos crear imágenes mentales de lo que hubiera sucedido si, por ejemplo, James no se lesionaba o si Bacca metía el penal o si el árbitro hubiera pitado gol o si la bola no pegaba en el palo. Lo único que le queda al derrotado es lamentarse y ficcionar, imaginar cómo hubieran sido las cosas si no hubieran sido como sucedieron en la realidad. En una ocasión, en Barranquilla, la ficción llegó tan lejos que se confundió con la realidad. Los hinchas de Junior no imaginaron cómo sería si su equipo hubiera ganado, sino que hicieron la suposición de que sí había ganado y se tomaron las calles de la ciudad celebrando el falso triunfo.

Borges pensaba en la posibilidad de crear un juego en el que no se ganara ni se perdiera. Con Borges muerto, alguien debería retomar la tarea o por lo menos hacer del fútbol un deporte donde prime más la belleza y menos el resultado. Los colombianos lo agradeceríamos, somos muchos los que solemos afirmar que si en el fútbol los arcos fueran paisaje, mera decoración, tendríamos al menos un par de campeonatos del mundo.

Texto escrito por Ever Mejía. 

El texto también fue publicado en La Cháchara, medio regional en el cual el autor colabora. No obstante, Ever Mejía es dueño de todos los derechos del texto. 

sábado, 25 de marzo de 2017

Conocimiento/Descubrimiento/Necesidad de transmitirlo y de cambiar.

Todos los días Elaí es sometida a estrictas investigaciones. Sin embargo, Elaí, como todos los demás tiene tiempo para desarrollar sus informes e investigar. En ese tiempo Elaí va a lo más recóndito de la biblioteca y revisa libros de épocas antiquísimas, encuentra libros del 2600 en los que hablan de la reproducción, el origen del mundo, el amor, los sentimientos, los valores.


00300 ha seguido los movimientos de Elaí durante mucho tiempo, así que se le acercó a Elaí. Le dice que ella es como todos los humanos descritos ahí, solo que no tiene conciencia de eso. 

Elaí y 00300 pasan mucho tiempo juntos. En uno de los tantos libros que Elaí lee a diario, ella descubre que siente una amistad por 00300. Cuando hay una gran confianza, 00300 le revela a ella que existen rebeldes en todas las unidades, pero que no son totalmente libres. Eso suscitó aún más su interés por la investigación, descubrió que para restaurar un mundo más humano, un mundo mejor, donde los valores y los sentimientos estuvieran presentes había que reproducirse. Ella solo pensó en 00300, era la única persona con la que tenía suficiente confianza. 00300 seguía trabajando haciendo movimientos para que todos los rebeldes se enterarán de lo que estaba por suceder, y comunicárselo a los rebeldes de otras unidades. Cabe resaltar que los rebeldes ya ocultaban los movimientos de Elaí con 00300, así que hasta ahora los gestores y los No rebeldes no sospechaban nada. 

Los rebeldes, a pesar que aún no era totalmente conscientes de los sentimientos, querían cambiar.

jueves, 23 de marzo de 2017

Ejercicio de escritura automática

Acabo de llegar a clase. No han pasado cinco minutos desde que entré, apenas ahora que estoy escribiendo esto me puedo concentrar. Es porque tengo fastidio, fastidio con la Selección Colombia.

Cuando el balón ingresó en la portería contraria los colombianos nos desahogamos con un grito de gol, nos abrazamos y nos tomamos un buche de cerveza o un trago de ron. Pero es injusto. La Selección Colombia no merece que celebremos por ella. No digo que es una obligación, pero ganarle a Bolivia era lo mínimo.

Que el único gol que le anotamos a un equipo cuya plantilla es diez veces inferior a la nuestra haya sido tras un penalti da vergüenza, y desalienta de cara al futuro. A pesar que el penalti fue claro, provino de una torpeza del boliviano y no de un virtud del colombiano. Es raro, yo no celebré ese penal. No merecíamos ese gol.

Recuerdo que hace un par de semanas celebré un penal inventado por el árbitro al Barcelona. Y no es que sea hincha del Barcelona, y si lo soy de la Selección Colombia. Pero los penales fueron distintos porque en el del Barcelona significaba la posibilidad de una hazaña, de quedar en la historia, de que esa escena quedara en nuestra mente por el resto de la vida. Caparrós lo título Barcelona 6-1 PSG: La explicación del fútbol. Lo del Barcelona fue heroico.

Lo de Colombia fue penoso. Tal vez no celebré el penalti, ni estaba convencido de querer que James Rodríguez anotara porque pienso que a veces uno mejora cuando cae, y un triunfo efímero solo alejaría las miradas del problema. Pienso que cuando uno cae, puedo terminar un ciclo caduco, para empezar con algo nuevo, algo diferente.

Así iniciaron muchos ciclos exitosos. Un botón es el de Pékerman. Llegó a la Selección luego de que Leonel Álvarez no haya podido encaminar la Selección que le dejó Bolillo Gómez, que se fue porque le pegó a una mujer. Aún así Bolillo dejó huella en los jugadores colombianos, por ejemplo en Pablo Armero, quien también le pegó a su esposa. Lo que quiero decir es que el ciclo de Pékerman inició cuando se acabó el de Leonel con una contundente derrota ante Argentina. Ya es hora de que termine el ciclo de Pékerman, ¿Qué quieren que llegue a los ocho años al frente de la selección?

Eso desgasta, los colombianos los sabemos, sino miren lo de Uribe o lo de Santos, 8 años es demasiado. Es tan así que Santos está cerca de acabar con un conflicto armado de cincuenta años y su desfavorabilidad es alarmante. Que no te pase lo mismo Pékerman, es hora de dar un paso al costado. Del amor al odio solo hay un paso, y tú lo estás comenzando a dar.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Puntos de vista

Primera persona anciano

Su padre, un hombre respetado que siempre tiene razón en la tierra. Ever un irreverente, que encontraba en su madre un refugio, ella le daba ánimos para luchar por lo que sea que estuviera luchando, que si bien su padre siempre tendría la razón en la tierra, él aún podría buscar un camino alternativo.

Por Ever es que no he parado de llorar en este maldito funeral. Creen que las lágrimas son por la muerte de mi hija, pero no. Es por Ever. Ella dio todo lo que tenía que darle a este miserable mundo, sé que está descansando, lo entiendo. Yo no lloró por los muertos, ellos si acaso se enterarán de que murieron y que dejaron un gran vacío en la tierra. Ese vacío que debe sentir Ever, mirarlo me desconsuela, no ha despegado su cabeza del ataúd. Yo lloro por los vivos. Ahora qué será de Ever, un subordinado de su padre como todos nosotros. Como sus empleados, como sus amigos, como sus otros hijos, como yo y como su madre.


Primera persona adulto

Para mí ella no representaba nada. Ni siquiera era de mi sangre. Lagrimeo para aparentar. En cambio, mira al otro mocoso: No se ha despegado del puto ataúd.

Nunca he comprendido qué necesidad tiene de contradecir a mi padre. Sí, es verdad a veces uno quisiera librarse de su autoridad, pero en definitiva con sus reglas me ha ido bien, no solo a mí, a sus amigos, a sus empleados, a todos, a él también le iría bien. Ahora con ella muerta, si que se le va a hacer difícil. Mi padre será cero tolerante, tal vez las primeras semanas no, para darnos tiempo de curar las penas, pero lo conozco y sé que en poco tiempo será inquebrantable. Ni si quiera el mocoso de Ever podrá llevarle la contraria.


Primera persona del niño

Veo a mi mamá. Veo a Ever. Abrazo a mi mamá. La abrazo fuerte. No quiero lo que le pase lo de la mamá de mi amigo a ella, ni que me pase lo de Ever a mí. Pobre, en los pocos segundos que tuve para abrazarlo me dijo que nunca le manifestó -más allá del amor- la fortaleza que ella le daba.

El martes cuando Ever le preguntó a su profesora de Ciencias Naturales por qué los humanos venimos de los simios, si en la Biblia dice que Dios nos hizo a su imagen y semejanza...¿Será que Dios es un simio? Me gustaría saber por qué es tan preguntón. Me dijo que aún no sabía, pero que su mamá no lo regaña por ser así. Voy a ver ataúd para saber cómo es estar muerto, siempre he querido ver un muerto. Abrazo a Ever, sin decir nada. Me dijo que ahora lo tenía que descubrir solo.


Tercera persona (Anciano, Adulto o niño)

Hace más de una hora que Ever está llorando sobre el ataúd.

En unas sillas ubicadas a la derecha está la abuela. Sus gafas oscuras no cubren las gotas que caen de sus ojos atravesando las mejillas, cada tanto usa el pañuelo para secarse. Es su hija la que está muerta, pero eso no le duele. Ella llora por Ever. No lo quiere ver subordinado como todos los demás, aunque cree que eso será lo que terminará sucediendo.

Unos cinco metros más allá está el hermano, de pie. Sus ojos está rojos e hinchados. Lo rodean tres amigos. La odiaba a ella, y lo odia a él. Muchos creen que ella era su madre, pero en realidad no lo es. Era su madrastra. La odiaba a ella y odia a Ever. Llora para aparentar sentir tristeza, pero no es así, la situación no le genera mayor interés.

Ever sigue llorando sobre el ataúd, cuando llega Alfonsito a abrazarlo. Siempre ha admirado a Ever. Recuerda aquella clase de Ciencias Naturales en la que dejó sin respuesta a la profesora al plantearle que Dios era un simio porque había creado a los humanos a sus imagen y semejanza y los humanos vienen de los simios. Ese día le dijo a Alfonsito que aún no sabía por qué cuestionaba todo, pero que su madre lo apoyaba. Hoy Ever, como completando aquella conversación, le dice que lo debe descubrir solo.

A tan solo dos pasos de Ever y Alfonsito está el padre. Desconsolado. Nada tiene que ver la referencia que Ever tenía de cada uno de ellos. Su padre y su madre se amaban. Cuando Alfonsito se retira, el padre por primera vez en el funeral se dirige a Ever y le extiende sus brazos. Ever lo rechaza. Le grita que...











El punto medio de Valdemar

Cuando pasaron la mano de manera vertical por el ojo derecho del Valdemar. Justo en ese preciso instante, estaba en un punto intermedio, en la cornisa entre la vida y la muerte. Estaba en ese segundo que tienen todos los humanos antes de morirse, en el cual pueden ver los dos universos existentes: el de la vida y el de la muerte.

Hasta su caso, nadie había podido tener alguna capacidad de reflexión, solo les quedaba morir. El proceso de hipnosis lo atrapó en ese punto: Cuando esa mano pasó verticalmente sobre ojo, Valdemar se detuvo en el entreacto. Estaba detenido en ese segundo. Si su amigo hubiera llegado un segundo antes, estaría con vida y se salvaría. Un segundo después moriría, para siempre. Pero fue justo en ese segundo intermedio.

Su alma estaba encerrada. Pensó que se estaba muriendo, y así se lo manifestó a los terrícolas. No solo el alma se vio sorprendida por la hipnosis, sino también el cuerpo. Por eso tenía rasgos de vivo, como sus ojos; y rasgos de muerto, como sus piernas.

Nunca pudo comprender a ciencia cierta qué pasaba. De un lado podía ver a los terrícolas que lo visitaban todos los días a su habitación, en la otra dimensión veía a muchos seres queridos que habían partido hace muchos años, entre ellos sus padres. A los primeros los veía angustiados, tratando de buscarle una explicación a lo sucedido: Nada diferente a lo que había vivido por años -pensó- los terrícolas siempre buscaban estúpidas explicaciones de todas las situaciones. Del otro lado, veía a las personas en paz, no entendía por qué, tan solo veía en sus rostros la calma, la misma que nunca pudo encontrar en la tierra.

Por eso gritaba en la tierra que lo dejaran morir. Sabía que era momento de la calma, en la muerte solo sería uno más de ellos, y eso quería ser. En cambio, si regresaba a la tierra, sabía que su calma sería prolongada por un presente angustiante en el que tomarían su caso para analizar un montón de situaciones nuevas y exóticas del ser humano. Sintió horror.

Imaginó que después de su caso los terrícolas podrían encontrar la formula de la eternidad. Pensó en lo terrible de la situación y dio un grito que a los terrícolas se les hizo imposible describir.

Por eso, cuando siete meses después, su amigo lo intentó resucitar se deshizo. No quería regresar a la vida. Nunca se sabrá con qué facultades se deshizo. Lo cierto es que su cuerpo y su alma hoy no existen, ni en la vida, ni en la muerte.


sábado, 18 de marzo de 2017

Lo veo o lo pienso

Hoy es sábado. Cualquiera lo sabe. El lugar está distendido. Los trabajadores intentan dejar todo listo para la siguiente semana: Transportan bultos de cal, bajan columnas de aluminio de un camión y arreglan el césped. Hay poca gente, pero hay muchos niños. Es raro ver tantos.

Después del ejercicio de meditación llegue a la reflexión de que uno puede ver el mundo a través de los ojos o a través de la mente, pero siempre llegará a la misma conclusión. Por cuestiones de tiempo, detallo solo dos escenas.

Con su celular una joven le toma fotografías a una niña que parece ser su hermana. El celular en vertical de la adolescente me reflejan sus pocas conocimientos sobre fotografía, mientras que la pose de la niña no refleja nada. El marco de la foto es inexpresivo: No hay casi nada atrás, a lo lejos tan solo unas sillas color café que tampoco dicen nada.

Luego veo a unas niños jugando en la cancha de tenis. Primera vez que veía niños en ese lugar. Es obvio que hay niños y niñas, pero también es obvio que hay más niños.

Por todo esto, digo que si en vez de observar hubiera estado acostado en mi cama pensando y hablando conmigo mismo o hubiera estado leyendo un libro o viendo una película, tal vez hubiera llegada a las mismas conclusiones:

En este mundo global todos creen que pueden hacer de todo, como en este caso la adolescente creía poder tomar una foto como David Gallegos y la niña creía poder posar como Sofía Vergara. Dirán que no creen que ellas tuvieran tan altas pretensiones y solo querían guardar ese recuerdo, pero seamos sinceros, nadie realiza algo con las intenciones de hacerlo mal y esa fotografía insípida no tiene por qué ser el recuerdo de alguien, no lo merece.

Los mismo con el deporte. A pesar de que las mujeres han logrado integrarse, ellas aún suelen ser minoría y sus espectáculos deportivos aún resultan menos atrayentes. Si bien han dado pasos, las diferencias son grandes. Si aún en los ciudadanos del mañana, que son los niños del hoy, hay tantas brechas, eso me indica que el proceso de equivalencia entre el deporte masculino y el deporte femenino aún es exiguo.

Por eso digo uno puede ver el mundo como quiera, pero siempre va a llegar a la misma conclusión. Solo vemos lo que queremos ver.

viernes, 17 de marzo de 2017

La música y mi hermana

Escuchamos dos veces la canción. En la mitad de la primera reproducción mi imaginación lanzaba manotazos intentando arañar algún escena, algún concepto, algún recuerdo, algo. Al termino de la primera reproducción pude concentrarme y entrar en la música. Vi un castillo, una princesa y un príncipe. Poco, casi nada. Lo que escuchaba me sonaba tan lejano a mi realidad, no lo podía asociar. Pedí que repitieran la canción.

Al empezar sabía que tenía tres elementos: Un castillo, una princesa y un príncipe. En esos tonos altos, agudos y fugaces tenía que pasar algo, deduje en los primeros tramos de la segunda reproducción. Eureka, la princesa salía del castillo para escaparse del príncipe, se veía a solas con otro hombre. Supuse que debía ser alguien pobre, que rompiera aún más el status quo. Después escuché luchas: Seguro era el príncipe recriminándole a la princesa. 

Esta música me recuerda a mi hermana. Aquellas luchas por el control remoto. Esa es la música de ella. Yo quería ver la acción, los Power Ranger o Yugi Oh. Walt Disney viene a mi mente.