sábado, 25 de marzo de 2017

Conocimiento/Descubrimiento/Necesidad de transmitirlo y de cambiar.

Todos los días Elaí es sometida a estrictas investigaciones. Sin embargo, Elaí, como todos los demás tiene tiempo para desarrollar sus informes e investigar. En ese tiempo Elaí va a lo más recóndito de la biblioteca y revisa libros de épocas antiquísimas, encuentra libros del 2600 en los que hablan de la reproducción, el origen del mundo, el amor, los sentimientos, los valores.


00300 ha seguido los movimientos de Elaí durante mucho tiempo, así que se le acercó a Elaí. Le dice que ella es como todos los humanos descritos ahí, solo que no tiene conciencia de eso. 

Elaí y 00300 pasan mucho tiempo juntos. En uno de los tantos libros que Elaí lee a diario, ella descubre que siente una amistad por 00300. Cuando hay una gran confianza, 00300 le revela a ella que existen rebeldes en todas las unidades, pero que no son totalmente libres. Eso suscitó aún más su interés por la investigación, descubrió que para restaurar un mundo más humano, un mundo mejor, donde los valores y los sentimientos estuvieran presentes había que reproducirse. Ella solo pensó en 00300, era la única persona con la que tenía suficiente confianza. 00300 seguía trabajando haciendo movimientos para que todos los rebeldes se enterarán de lo que estaba por suceder, y comunicárselo a los rebeldes de otras unidades. Cabe resaltar que los rebeldes ya ocultaban los movimientos de Elaí con 00300, así que hasta ahora los gestores y los No rebeldes no sospechaban nada. 

Los rebeldes, a pesar que aún no era totalmente conscientes de los sentimientos, querían cambiar.

jueves, 23 de marzo de 2017

Ejercicio de escritura automática

Acabo de llegar a clase. No han pasado cinco minutos desde que entré, apenas ahora que estoy escribiendo esto me puedo concentrar. Es porque tengo fastidio, fastidio con la Selección Colombia.

Cuando el balón ingresó en la portería contraria los colombianos nos desahogamos con un grito de gol, nos abrazamos y nos tomamos un buche de cerveza o un trago de ron. Pero es injusto. La Selección Colombia no merece que celebremos por ella. No digo que es una obligación, pero ganarle a Bolivia era lo mínimo.

Que el único gol que le anotamos a un equipo cuya plantilla es diez veces inferior a la nuestra haya sido tras un penalti da vergüenza, y desalienta de cara al futuro. A pesar que el penalti fue claro, provino de una torpeza del boliviano y no de un virtud del colombiano. Es raro, yo no celebré ese penal. No merecíamos ese gol.

Recuerdo que hace un par de semanas celebré un penal inventado por el árbitro al Barcelona. Y no es que sea hincha del Barcelona, y si lo soy de la Selección Colombia. Pero los penales fueron distintos porque en el del Barcelona significaba la posibilidad de una hazaña, de quedar en la historia, de que esa escena quedara en nuestra mente por el resto de la vida. Caparrós lo título Barcelona 6-1 PSG: La explicación del fútbol. Lo del Barcelona fue heroico.

Lo de Colombia fue penoso. Tal vez no celebré el penalti, ni estaba convencido de querer que James Rodríguez anotara porque pienso que a veces uno mejora cuando cae, y un triunfo efímero solo alejaría las miradas del problema. Pienso que cuando uno cae, puedo terminar un ciclo caduco, para empezar con algo nuevo, algo diferente.

Así iniciaron muchos ciclos exitosos. Un botón es el de Pékerman. Llegó a la Selección luego de que Leonel Álvarez no haya podido encaminar la Selección que le dejó Bolillo Gómez, que se fue porque le pegó a una mujer. Aún así Bolillo dejó huella en los jugadores colombianos, por ejemplo en Pablo Armero, quien también le pegó a su esposa. Lo que quiero decir es que el ciclo de Pékerman inició cuando se acabó el de Leonel con una contundente derrota ante Argentina. Ya es hora de que termine el ciclo de Pékerman, ¿Qué quieren que llegue a los ocho años al frente de la selección?

Eso desgasta, los colombianos los sabemos, sino miren lo de Uribe o lo de Santos, 8 años es demasiado. Es tan así que Santos está cerca de acabar con un conflicto armado de cincuenta años y su desfavorabilidad es alarmante. Que no te pase lo mismo Pékerman, es hora de dar un paso al costado. Del amor al odio solo hay un paso, y tú lo estás comenzando a dar.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Puntos de vista

Primera persona anciano

Su padre, un hombre respetado que siempre tiene razón en la tierra. Ever un irreverente, que encontraba en su madre un refugio, ella le daba ánimos para luchar por lo que sea que estuviera luchando, que si bien su padre siempre tendría la razón en la tierra, él aún podría buscar un camino alternativo.

Por Ever es que no he parado de llorar en este maldito funeral. Creen que las lágrimas son por la muerte de mi hija, pero no. Es por Ever. Ella dio todo lo que tenía que darle a este miserable mundo, sé que está descansando, lo entiendo. Yo no lloró por los muertos, ellos si acaso se enterarán de que murieron y que dejaron un gran vacío en la tierra. Ese vacío que debe sentir Ever, mirarlo me desconsuela, no ha despegado su cabeza del ataúd. Yo lloro por los vivos. Ahora qué será de Ever, un subordinado de su padre como todos nosotros. Como sus empleados, como sus amigos, como sus otros hijos, como yo y como su madre.


Primera persona adulto

Para mí ella no representaba nada. Ni siquiera era de mi sangre. Lagrimeo para aparentar. En cambio, mira al otro mocoso: No se ha despegado del puto ataúd.

Nunca he comprendido qué necesidad tiene de contradecir a mi padre. Sí, es verdad a veces uno quisiera librarse de su autoridad, pero en definitiva con sus reglas me ha ido bien, no solo a mí, a sus amigos, a sus empleados, a todos, a él también le iría bien. Ahora con ella muerta, si que se le va a hacer difícil. Mi padre será cero tolerante, tal vez las primeras semanas no, para darnos tiempo de curar las penas, pero lo conozco y sé que en poco tiempo será inquebrantable. Ni si quiera el mocoso de Ever podrá llevarle la contraria.


Primera persona del niño

Veo a mi mamá. Veo a Ever. Abrazo a mi mamá. La abrazo fuerte. No quiero lo que le pase lo de la mamá de mi amigo a ella, ni que me pase lo de Ever a mí. Pobre, en los pocos segundos que tuve para abrazarlo me dijo que nunca le manifestó -más allá del amor- la fortaleza que ella le daba.

El martes cuando Ever le preguntó a su profesora de Ciencias Naturales por qué los humanos venimos de los simios, si en la Biblia dice que Dios nos hizo a su imagen y semejanza...¿Será que Dios es un simio? Me gustaría saber por qué es tan preguntón. Me dijo que aún no sabía, pero que su mamá no lo regaña por ser así. Voy a ver ataúd para saber cómo es estar muerto, siempre he querido ver un muerto. Abrazo a Ever, sin decir nada. Me dijo que ahora lo tenía que descubrir solo.


Tercera persona (Anciano, Adulto o niño)

Hace más de una hora que Ever está llorando sobre el ataúd.

En unas sillas ubicadas a la derecha está la abuela. Sus gafas oscuras no cubren las gotas que caen de sus ojos atravesando las mejillas, cada tanto usa el pañuelo para secarse. Es su hija la que está muerta, pero eso no le duele. Ella llora por Ever. No lo quiere ver subordinado como todos los demás, aunque cree que eso será lo que terminará sucediendo.

Unos cinco metros más allá está el hermano, de pie. Sus ojos está rojos e hinchados. Lo rodean tres amigos. La odiaba a ella, y lo odia a él. Muchos creen que ella era su madre, pero en realidad no lo es. Era su madrastra. La odiaba a ella y odia a Ever. Llora para aparentar sentir tristeza, pero no es así, la situación no le genera mayor interés.

Ever sigue llorando sobre el ataúd, cuando llega Alfonsito a abrazarlo. Siempre ha admirado a Ever. Recuerda aquella clase de Ciencias Naturales en la que dejó sin respuesta a la profesora al plantearle que Dios era un simio porque había creado a los humanos a sus imagen y semejanza y los humanos vienen de los simios. Ese día le dijo a Alfonsito que aún no sabía por qué cuestionaba todo, pero que su madre lo apoyaba. Hoy Ever, como completando aquella conversación, le dice que lo debe descubrir solo.

A tan solo dos pasos de Ever y Alfonsito está el padre. Desconsolado. Nada tiene que ver la referencia que Ever tenía de cada uno de ellos. Su padre y su madre se amaban. Cuando Alfonsito se retira, el padre por primera vez en el funeral se dirige a Ever y le extiende sus brazos. Ever lo rechaza. Le grita que...











El punto medio de Valdemar

Cuando pasaron la mano de manera vertical por el ojo derecho del Valdemar. Justo en ese preciso instante, estaba en un punto intermedio, en la cornisa entre la vida y la muerte. Estaba en ese segundo que tienen todos los humanos antes de morirse, en el cual pueden ver los dos universos existentes: el de la vida y el de la muerte.

Hasta su caso, nadie había podido tener alguna capacidad de reflexión, solo les quedaba morir. El proceso de hipnosis lo atrapó en ese punto: Cuando esa mano pasó verticalmente sobre ojo, Valdemar se detuvo en el entreacto. Estaba detenido en ese segundo. Si su amigo hubiera llegado un segundo antes, estaría con vida y se salvaría. Un segundo después moriría, para siempre. Pero fue justo en ese segundo intermedio.

Su alma estaba encerrada. Pensó que se estaba muriendo, y así se lo manifestó a los terrícolas. No solo el alma se vio sorprendida por la hipnosis, sino también el cuerpo. Por eso tenía rasgos de vivo, como sus ojos; y rasgos de muerto, como sus piernas.

Nunca pudo comprender a ciencia cierta qué pasaba. De un lado podía ver a los terrícolas que lo visitaban todos los días a su habitación, en la otra dimensión veía a muchos seres queridos que habían partido hace muchos años, entre ellos sus padres. A los primeros los veía angustiados, tratando de buscarle una explicación a lo sucedido: Nada diferente a lo que había vivido por años -pensó- los terrícolas siempre buscaban estúpidas explicaciones de todas las situaciones. Del otro lado, veía a las personas en paz, no entendía por qué, tan solo veía en sus rostros la calma, la misma que nunca pudo encontrar en la tierra.

Por eso gritaba en la tierra que lo dejaran morir. Sabía que era momento de la calma, en la muerte solo sería uno más de ellos, y eso quería ser. En cambio, si regresaba a la tierra, sabía que su calma sería prolongada por un presente angustiante en el que tomarían su caso para analizar un montón de situaciones nuevas y exóticas del ser humano. Sintió horror.

Imaginó que después de su caso los terrícolas podrían encontrar la formula de la eternidad. Pensó en lo terrible de la situación y dio un grito que a los terrícolas se les hizo imposible describir.

Por eso, cuando siete meses después, su amigo lo intentó resucitar se deshizo. No quería regresar a la vida. Nunca se sabrá con qué facultades se deshizo. Lo cierto es que su cuerpo y su alma hoy no existen, ni en la vida, ni en la muerte.


sábado, 18 de marzo de 2017

Lo veo o lo pienso

Hoy es sábado. Cualquiera lo sabe. El lugar está distendido. Los trabajadores intentan dejar todo listo para la siguiente semana: Transportan bultos de cal, bajan columnas de aluminio de un camión y arreglan el césped. Hay poca gente, pero hay muchos niños. Es raro ver tantos.

Después del ejercicio de meditación llegue a la reflexión de que uno puede ver el mundo a través de los ojos o a través de la mente, pero siempre llegará a la misma conclusión. Por cuestiones de tiempo, detallo solo dos escenas.

Con su celular una joven le toma fotografías a una niña que parece ser su hermana. El celular en vertical de la adolescente me reflejan sus pocas conocimientos sobre fotografía, mientras que la pose de la niña no refleja nada. El marco de la foto es inexpresivo: No hay casi nada atrás, a lo lejos tan solo unas sillas color café que tampoco dicen nada.

Luego veo a unas niños jugando en la cancha de tenis. Primera vez que veía niños en ese lugar. Es obvio que hay niños y niñas, pero también es obvio que hay más niños.

Por todo esto, digo que si en vez de observar hubiera estado acostado en mi cama pensando y hablando conmigo mismo o hubiera estado leyendo un libro o viendo una película, tal vez hubiera llegada a las mismas conclusiones:

En este mundo global todos creen que pueden hacer de todo, como en este caso la adolescente creía poder tomar una foto como David Gallegos y la niña creía poder posar como Sofía Vergara. Dirán que no creen que ellas tuvieran tan altas pretensiones y solo querían guardar ese recuerdo, pero seamos sinceros, nadie realiza algo con las intenciones de hacerlo mal y esa fotografía insípida no tiene por qué ser el recuerdo de alguien, no lo merece.

Los mismo con el deporte. A pesar de que las mujeres han logrado integrarse, ellas aún suelen ser minoría y sus espectáculos deportivos aún resultan menos atrayentes. Si bien han dado pasos, las diferencias son grandes. Si aún en los ciudadanos del mañana, que son los niños del hoy, hay tantas brechas, eso me indica que el proceso de equivalencia entre el deporte masculino y el deporte femenino aún es exiguo.

Por eso digo uno puede ver el mundo como quiera, pero siempre va a llegar a la misma conclusión. Solo vemos lo que queremos ver.

viernes, 17 de marzo de 2017

La música y mi hermana

Escuchamos dos veces la canción. En la mitad de la primera reproducción mi imaginación lanzaba manotazos intentando arañar algún escena, algún concepto, algún recuerdo, algo. Al termino de la primera reproducción pude concentrarme y entrar en la música. Vi un castillo, una princesa y un príncipe. Poco, casi nada. Lo que escuchaba me sonaba tan lejano a mi realidad, no lo podía asociar. Pedí que repitieran la canción.

Al empezar sabía que tenía tres elementos: Un castillo, una princesa y un príncipe. En esos tonos altos, agudos y fugaces tenía que pasar algo, deduje en los primeros tramos de la segunda reproducción. Eureka, la princesa salía del castillo para escaparse del príncipe, se veía a solas con otro hombre. Supuse que debía ser alguien pobre, que rompiera aún más el status quo. Después escuché luchas: Seguro era el príncipe recriminándole a la princesa. 

Esta música me recuerda a mi hermana. Aquellas luchas por el control remoto. Esa es la música de ella. Yo quería ver la acción, los Power Ranger o Yugi Oh. Walt Disney viene a mi mente.

jueves, 16 de marzo de 2017

El camino correcto

Para ese entonces, daba la impresión de que su padre promulgaba la verdad. Hasta la escena en que lo regañó por no ubicar los números enteros en filas de cinco de tal manera que se vieran impecablemente ordenados, Ever lo veía como los demás: Un hombre que estaba en el mundo para mostrarnos el camino correcto, y para verificar que hiciéramos lo que correspondiera.

Hace veinte años que su padre estaba establecido en la ciudad con su negocio. Había logrado imponer respeto. Sus empleados solo atinaban a cumplir ordenes, sus amigos solían decir que tenía la razón y a su primer hijo lo adiestro de tal manera que nunca se atrevió a contradecirlo. Hasta la escena que me tiene intrigado, Ever era como todos ellos.

Parece que en esa ocasión, hubo un desajuste en la mente de Ever. Lo intrigante es por qué esta situación cambió el imaginario que tenía de su padre, si al siguiente día cuando llevó al colegio la tarea de matemáticas con los números perfectamente ordenados en filas de cinco la profesora lo felicitó ante toda la clase porque justo eso era lo que buscaba. Cualquier niño pudo haber pensado que el padre tenía la razón, y que debía hacerle caso. No obstante, en Ever surgió el interés por contradecir.

De ahí en más, creció refutando a su padre: Desde cuál bus debía tomar para ir a la escuela, hasta el regalo que debía comprarle a su madre. Su padre le decía que debía tomar, al igual que su hermano mayor, el bus Sobusa porque era el más rápido para llegar; pero Ever tomaba la ruta alterna Alianza Sodis. Efectivamente su hermano llegaba primero a clases. Lo mismo sucedía con los regalos a su madre: En alguna oportunidad su padre lo llevó a un centro comercial para comprar un obsequio a su madre, el padre le insistió que comprara el reloj y no los chocolates. Ever compró los chocolates y se los entregó a su madre que fingió estar encantada. Luego, por pura casualidad, se enteró de que ella hubiera preferido un reloj.

Entonces entendió que su padre siempre estaba en lo correcto. Descubrió que él era quien estaba desencajado, que su padre lo iba a llevar por el camino apropiado, pero pensó que tal vez ese camino no le interesaba, más bien le interesaba recorrer el otro camino que aún estaba por descubrir.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Matemáticas, su materia favorita

Tengo una sola inquietud sobre su infancia. La tarde en que su padre lo regañó porque no escribió los números enteros estrictamente ordenados en filas de cinco. Esa escena retumba en mi cabeza desde la conversación que tuve ayer con Ever en el transporte público, en un solitario bus de Sobusa.

Que después de ese suceso, matemáticas haya dejado de ser su materia favorita me cautiva. Del resto, las vivencias de la infancia de Ever me reflejan lo que es hoy. Ama ir a la playa para ver el mar, eso se lo debe a su madre sanandresana. Las fincas le agradan tan solo los dos primeros días, la explicación puede surgir de los paseos que su padre organizaba cada año a algún pueblo de la sabana para visitar familiares. El primer día era feliz: Le encantaba tocar a las vacas, montarse en los caballos y beber el agua de maíz hecha por la abuela. El segundo seguía entusiasmado. Pero al tercer día ya estaba agobiado. El agua de maíz le revolvía el estomago; los cuentos de su padre sobre su relación con los animales, que un principio le parecían interesantes, ya le fastidiaban; su olfato pasaba de estar encantado con el olor del campo, a estar disgustado con las heces de los animales.

Todo esto me parece irrelevante, lo que no dejo de pensar es que matemáticas haya sido su materia favorita. Sus padres son contadores, él odia contar, pero los ama a ellos. Como venía diciendo, el resto de su infancia la veo tan semejante a su presente. Es más, aún su familia depende del mismo negocio de comidas rápidas. Ay, las comidas rápidas donde Ever, pero no quiero referirme a la comida; sino a las tertulias que se armaban al filo de la noche y madrugada entre su padre, los empleados y los clientes del negocio. Todos con cerveza en la mano conversaban de las corralejas de los pueblos, de los artistas valleantos, de los partidos de fútbol y de otros temas no tan trascendentales.

En este último párrafo creo que cometí un error con los tiempos verbales, hablé en pasado. Pero lo cierto es que esas tertulias con cerveza en mano se presentan aún todos los fines de semanas en el negocio donde Ever. Ahí está, esta pequeña equivocación en los tiempos verbales me ha hecho plasmar mejor lo que quiero explicar de su infancia  y cómo lo veo ahora.

Hace una semana iniciamos la electiva obligatoria en Matemáticas Básicas. "Electiva obligatoria", sé que es una contradicción, pero no me lo expliquen a mí, sino a la universidad. Nunca lo había sentido tan apático, tan indiferente. En los dos años que lleva en la universidad siempre ha sido participativo en las clases, obtiene buenas calificaciones y suelen destacarlo los profesores. Sé que Ever es muy juicioso con sus labores por más intrascendentes que parezcan, pero en esta ocasión hay desajuste.

La intriga por la escena me ha llevado a conjeturar algunas posibilidades. Repasemos. Lo que buscaba el padre cuando lo regañó era que entendiera que el orden es importante. Cualquiera que haya entrado al cuarto de Ever o haya mirado su morral se tuvo que dar cuenta de que el orden lejos está de ser un pilar en su vida, por el contrario demerita el orden. Alguna vez dijo que en el orden está todo establecido, mientras que en el desorden cada búsqueda requiere un un proceso nuevo, una acción imprevista, entonces nos acercábamos más a la libertad.

Creo que estoy especulando mucho, tal vez eso ni siquiera sucedió, tan solo Ever me mintió. Suele hacerlo para pasar el rato. Recuerdo aquella vez que se inventó un narrador solo para contar su historia.

Ever